9.18.2013

Carmen. 20

Era una de esas noches de verano aburridas en las que el calor sofocante no te deja dormir. Se me hincharon las pelotas de dar vueltas en la cama, me puse unos pantalones, una camiseta vieja que me encanta, agarré la cartera y salí a la calle. Era un jueves tonto, no había tampoco gran cosa. Me dejé caer por la Perra. No había casi nadie. Pedí un litro y me senté. Al rato aparecieron unos conocidos. Me senté con ellos y jugamos a mierdas de beber un rato. Alguien le dio con un hielo en la cara a otro. Ese otro le dio un puñetazo en la nariz a ese alguien. Demasiado para mi body con lo pronto que era. Salí a dar una vuelta por el centro, a ver con quién me encontraba. Entré al Mike's, un irlandés. En la puerta estaba Carmen con dos amigos.


Conocí a Carmen en unas clases de salsa a las que le saqué muy poco provecho. Soy un poco arrítmico, me muevo como un yonki puesto de éter. Aún así con ella siempre hubo algo especial. Se movía bien, le gustaba ser mi pareja de baile. Era bajita, morena, de tetas redondas como mangos y sonrisa grande. No muy guapa, pero tenía gracia. Siempre que nos cruzábamos había algo de magia.

-¡Hola mi guapo!
-Hola bombón ¿qué haces por aquí?
-Con estos, pero se van ya, son un poco sosos. ¿Nos tomamos algo dentro?
-Claro, sigo ese culo tuyo.

Se rió levantando la barbilla. Cuando una mujer se ríe y te enseña todo el cuello pide a gritos que saques tu machete y la poseas ahí mismo.

Nos sentamos en un sofá muy cómodo y empezamos a ponernos al día, hacía casi un año que no hablábamos. Pedimos un whisky con agua. Cuando conozco una mujer que bebe whisky sólo se me empalma el alma. Me contó que había tenido un novio que estaba muy loco. Le conté que había tenido una novia que estaba muy loca. Nos reímos. Pedimos otro whisky. Me dijo que ahora trabajaba en un puesto de perritos calientes que estaba en una plaza muy concurrida. Pensé en mi perrito poniéndose caliente entre los dos panes de su culo. Las colombianas tienen algo especial en el culo. Como si lo tuvieran lleno de abejas, cuando se te montan encima y empiezan a moverlo es como un par de maracas bombeándote el pene. Pedí otra copa.

Salimos de allí con un serio problema de equilibrio, riéndonos no recuerdo muy bien de qué.

-¿Quieres un perrito?
-¿Qué? Coño si, tengo un hambre horrible.
-Vamos, te hago uno en la caseta, tengo las llaves encima.

Entramos a la minúscula caseta de perritos calientes y cerramos la puerta. Me senté en un taburete y ella se me sentó encima. Tuve un pequeño infarto al ver aquel escote abierto mirándome fijamente justo a la altura de mi puta cara. Empezó a decirme algo a la oreja y yo noté como me caía al vacío hasta meter la cara entre sus tetas. Paré un segundo, me despegué de su torso para coger aire y ella se lanzó a mi boca. Me envalentoné, me puse de pié, la senté sobre la cámara de refrescos y empecé a desnudarla. Le quité la camiseta, hice un movimiento maestro con el anular y el pulgar y su sujetador salió disparado. Sus tetazas salieron gritando libertad.

Tiré a morderle un pezón y dije:

-¿Qué coño?
-Es que llevo un piercing.
-¿Y te molesta o algo si te muerdo?
-No, sigue cabrón sigue -me dijo ya con la respiración acelerada.

Le pegué un tirón y le quité los pantalones, ella hizo lo propio y estuvo un rato poniéndomela gorda con la mano. Le toqué el coño.

-Esto pide que me folles papi*.

Le metí los dedos un poco, me quitó la mano y me dijo:

-Méteme la quijada.

"¿Qué cojones ha dicho?" -Pensé para mí.

-Méteme la quijada.

"No puede ser" -me dije. Me descojoné para mis adentros. Empecé a comerle un poco el coño hasta que se me pasase la risa interna. Estaba limpito. Soy un comedor de coños, que me cuelguen.

Le hice mi torbellino triple con lengua y ella me devolvió el favor. Se apoyó en la puerta y me puso el culo ese suyo redondo y duro de diana. La agarré fuerte y empecé a jodérmela. Le daba cachetazos fuertes en las nalgas. Oí algo fuera. Me la follé mas suave para poder oír. Eran los operarios de limpieza dándole manguerazos de agua a la calle. Volví a lo mío "El que lo escuche eso que se lleva". Ella empezó a pedirme guerra con ese acento latino que tan cerdo me pone. Estaba dándolo todo, jodiendo a máxima velocidad. La caseta se convirtió en una maldita sauna, me notaba el sudor caer desde la frente hasta los cojones y precipitándose a mis calzoncillos. Le estaba dando tan fuerte que a veces se daba cabezazos contra la puerta así que la agarré fuerte de las caderas para no desñoclarla.

-¡Me corro joder!

Se giró de golpe y se metió mi polla en la boca justo cuando salía el disparo mortal. No sé a qué le sabría mi semen, pero fue muy educada tragándoselo. Me recosté contra la pared. Sudaba a chorros. El calor era asfixiante. Ella abrió la portezuela y me dio una botella de agua fresca. La portezuela se abrió un poco de más y alguien que pasaba miró desde el otro lado de la calle. Ahí estaba yo, con el pelo empapado por la cara, los pantalones en los tobillos, una botellita en la mano y la polla al aire medio blanda todavía llena de semen. Saludé con la mano. Creo que no se enteraron de qué iba la película. Recogimos el chiringuito y nos fuimos cada uno a su casa.


*Querida lectora. Si en un futuro jodemos, y me llamas papi, te dejaré en coma a polvos. Gracias.

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