9.19.2013

Sonia. 19 (Segundo encuentro)

Pasé año y pico sin saber gran cosa de Sonia. Volvió a la capital después del verano y yo estuve año y algo con una loca. Tengo un imán para las locas. Para las putas, las locas, y las putas locas, qué condena.

Estaba en casa bebiendo, recibí un mensaje:
-"Estoy en tu pueblo ¿Nos tomamos unas cervezas?"
-"No es un pueblo, baja los humos mesetaria. Me apunto a las birras"

Me dijo que fuera a su casa. Cogí un par de litros de la nevera y fui para allá. Yo sabía lo que había, una tensión sexual no resuelta debe por fuerza desembocar en sexo.



Subí a su piso. Jesús, era la cutrez hecha casa. Suelo de ese multicolor de la casa de tu abuela en el '72, gotelé amarillento con un agujero en el techo del salón donde antes hubo un ventilador. Por entonces no podía ni imaginar que en aquel salón deprimente iba a protagonizar uno de los polvos mas épicos de mi vida. Espera, espera, me estoy adelantando varios años.

Cogimos una botella de licor y fuimos a su cuarto. Un colchón hinchable en el suelo, la cumbre de las cutreces. Yo soy un tío con muy buen gusto, pero admito que a veces lo cutre y abandonado me parece erótico. Siempre he fantaseado con follar en una fábrica abandonada de esas llenas de escombros y graffitis.

Hablamos de todo y nada. Me contó mierdas de su vida, se fumó un porro y se tumbó a mi lado.

-Vamos a joder.
-Chico si me lo dices así no me pones nada.
-Espera -dije, y me tumbé encima de ella. Era grande, coño, estaba realmente gorda. La besé. La verdad es que besaba muy bien. Las gordas que me he encontrado en esta vida me han dado muchas alegrías. Besan bien, con pasión; mojan bien, con pasión; y la chupan bien, como si no fueran a comerse otra polla en diez años. Suelen venir con el pack supertetas, lo cual también me hace feliz. Tienen su cara amarga, no todo es alegría. Hay gordas sin tetas. Eso es triste.

Tuvimos una buena ronda de preliminares. Sonia era una maestra del francés. Hacía unas cosas inimaginables. Se metía el paquete completo en la boca y te miraba a los ojos. Dios bendito, qué cerda era.

Yo le comí el coño. Era el coño más grande del mundo. Los coños grandes me joden, la metes y no hay la fricción que debiera. Empecé a hacerle mi mierda iraní de los dedos salvajes, pero improvisé y fui añadiendo dedos. Era un conejo increíble, se abría y se abría. Tenía ya cuatro dedos metidos. Tuve una visión, una voz me habló y me dijo -"¡méteselo todo!". Así hice. Puse también el pulgar, todos los dedos apiñados, y empujé. Pasaron los nudillos y pasé a tener todo el maldito puño cerrado dentro de su coño. Ella gritó. Gritó y me agarró del pelo.

-¡Joder! - gritó como muriendo.
-¡Joder y Cristo!

Empecé a menear el puño dentro de su chocho como una maldita termomix picando hielo. Veía salir mares de flujo que me dejaban la muñeca blanca. Aquello era demasiado, iba a correrme solo de ver el espectáculo. Se corrió mojándome hasta el codo y se le puso el coño realmente estrecho. La monté. Coño, era jodidamente difícil de montar. Se derramaba hacia los lados. Metí la cabeza entre sus gigantescas tetas y me moví espasmódicamente hasta estar cerca de correrme, entonces ella se subió encima mía y hizo unas cuantas guarradas. Unos treinta segundos después dejé de sentirme las piernas. Sabes que te has pasado de gorda cuando te pasa eso. Tuve un orgasmo extraño. Me corrí pero no sentía gran cosa de cintura para abajo. Como si me hubiera hecho una paja una enfermera después de ponerme una epidural.

Sonia se quitó y se tumbó sudando a mi lado. Me entró un hormigueo asesino en las piernas y me fui gateando hasta el baño. Me senté en el váter y se me cayó la mierda del culo. Joder, no me sentía nada.
Me prometí no volver a tirarme a una gorda tan gorda. Inocente de mi.

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